La política argentina en el bicentenario

Se cuentan muchas anécdotas sobre Albert Einstein, una interesante aunque probablemente apócrifa es sobre la dificultad que significaba divulgar la ciencia. Un día un periodista le preguntó: "Sr. Einstein: ¿Me podría" explicar la teoría de la relatividad?". Einstein le respondió "¿Me podría usted explicar cómo se fríe un huevo?". El periodista no dudó en responder: "Sí claro, sí puedo”, a lo que Einstein replicó: "Bueno, pues adelante, explíquemelo, pero imaginando que yo no sé lo que es un huevo, ni una sartén, ni el aceite, ni el fuego".

Cuando se quiere explicar el derrotero de la política argentina, existe un grado de dificultad como el que el físico alemán encontraba para popularizar su teoría de la relatividad especial. Para revelar el escenario actual del país, antes se debería conocer la historia de esta patria (el huevo), su sociedad (la sartén), sus partidos (el aceite), y sus políticos (el fuego). Por ello, el primer paso de esta nota será dado en ese camino, y aunque tal vez por breve este resumen no sea del todo preciso, será valioso para aportar el conocimiento necesario para el entendimiento de una nación particular.

Argentina es un país de inmigración. Su sociedad ha sido influida por el fenómeno inmigratorio masivo que tuvo lugar a mediados del siglo XIX y que en menos de cincuenta años cambió de manera radical su composición. En 1869 el país contaba con 1.877.490 habitantes, 160.000 de ellos habían llegado de Europa. En 1914 la cantidad de inmigrantes que vivían en la Argentina llegaba a 2.391.171. Un poco más de la mitad de quienes poblaban la ciudad de Buenos Aires en esa época, había nacido en el exterior. Con raíces españolas e italianas, y con sus ideologías, se constituyó la Nación.

La consolidación de la organización del Estado, cuyo proceso comenzó con la sanción de la Constitución en 1853, se produjo con la designación de Buenos Aires como capital de la República en el año 1880 durante la presidencia del General Julio Argentino Roca. Si bien es prematuro hablar de clases sociales en esa época, la existencia de grupos sociales no es discutible, y esos grupos fueron los que dieron origen a los partidos políticos que han llegado hasta nuestros días.

Los primeros partidos argentinos fueron el Partido Unitario y el Partido Federal, que entre 1820 y 1852 se enfrentaron con las armas para constituir un Estado en las Provincias Unidas del Río de la Plata. Sus diferencias aparecían en la forma de organización política: centralismo o federalismo. Finalizadas las guerras civiles, con el triunfo de los Federales, el panorama político se dividió entre el Partido Nacional (Liberal) y el Partido Autonomista (Conservador). Hacia 1880 se formó el Partido Autonomista Nacional, que gobernó hasta 1916. En la década de 1890, se fundaron la Unión Cívica Radical -UCR- (sectores medios y universitarios socialdemócratas, y socioliberales) y el Partido Socialista. Esas facciones dominaron la escena en la primera mitad del Siglo XX. Perón, luego, cambiaría para siempre la política del país.

Juan Domingo Perón fundó en 1947 el Partido Peronista, (convertido en Partido Justicialista –PJ- en 1971) y desde ese momento la vida política argentina se polarizó entre la UCR y el PJ (sin contar los golpes de Estado militares que derrocaron a ambos partidos). Para entender a la Argentina, hay que saber sólo dos cosas: Primero, el tango no es una danza; el tango es un pensamiento triste que se baila. Segundo, el peronismo no es un partido político, el peronismo es un sentimiento, un sentimiento popular que se encarna en sus dirigentes y seguidores. Y como cada dirigente y cada seguidor es un ser único e irrepetible, hay mil y un sentimientos, es decir, mil y un peronismos.
El general Perón mismo le contaba durante su exilio en Madrid a Tomás Eloy Martínez: “Los argentinos, como usted sabe, nos caracterizamos por creer que tenemos siempre la verdad. A esta casa vienen muchos argentinos queriéndome vender una verdad distinta como si fuese la única. ¿Y yo, qué quiere que haga? ¡Les creo a todos!

Ello explica que existan peronistas de izquierda y de derecha, que todos pregonen una fuerte intervención del Estado y que la historia contemporánea de la política argentina gire en torno al PJ como movimiento nacional que tiene múltiples formas de manifestarse, y a los movimientos de su principal opositor, la UCR. De esas dos corrientes han salido las principales figuras que aparecen en el espacio actual y que han eclipsado tanto las ideas liberales como socialistas.

La particularidad de la política Argentina muestra también dos detalles: dentro de las dos estructuras predominantes existen distintas facciones que a través de alianzas, coaliciones, uniones, pactos, se desplazan de un sector a otro, y llegan incluso a hacer oposición dentro de los partidos oficialistas. Esa fragilidad de los partidos ha provocado en Argentina como en casi toda América Latina, que los últimos presidentes se hayan arrogado facultades que son inherentes al Poder Legislativo, hecho comprensible en épocas de amenaza de golpes de Estado, pero un tanto inexplicable en estos tiempos de Democracias más fuertes.

El país, que estuvo a la derecha de Ricardo Alfonsín y a la izquierda de Carlos Menem, no sabe qué posición tomar respecto del Gobierno de los Presidentes Néstor y Cristina Kirchner. El peronismo y el radicalismo están hoy reconstruyéndose, y el hecho más relevante de ese trabajo es que dentro de estas estructuras políticas la discusión se instala sólo de manera tangencial sobre el alcance del Estado. Ninguna de ellas tiene todavía una idea clara sobre los únicos temas clave del país: Trabajo, Vivienda, Educación, Salud, Energía, Infraestructura, Producción, Gasto Público, Impuestos, Deuda Externa. Nadie hoy piensa un modelo que postule de manera estratégica esas bases sobre las que se construye un Estado en el paradigma Global, y que supere al pensamiento de los Estados Postmodernos.

Martín Gavio